domingo, 6 de noviembre de 2011

Crónica de un sueño que nunca se haría realidad


El hombre uniformado me acompañó hasta la sala por un pasillo bastante largo, yo que no tenía ninguna gana de ir me pareció aun más largo. Cuando llegamos a la sala que estaba al final del pasillo los cerdos que deberían morir estaban allí mirándome, alguno incluso se podría decir excitado. De izquierda a derecha se colocaban; al principio la gorda del traje rosa, el negro musculado, la rubia tonta y el hombre trajeado. El hombre uniformado me ofreció asiento en la silla, la única silla que había en la sala situada al final del pasillo. Yo tome asiento y cuando me acomode cerré los ojos y me evadí a un mundo imaginario, para mí un mundo muy bonito.
 En la parte posterior de mis parpados apareció una bonita casa en la nieve, con chimenea y todo. Yo tenía mi ropa y una escopeta recortada. De la cocina salió la gorda de rosa, le apunte a la cabeza, dispare, cayó y murió. En el suelo podías ver a la gorda de rosa sangrando y con la cara completamente perforada por la metralla, parecía un coladero. No me detuve mucho a mirarla, no me interesaba. Baje al garaje de mi casa de ensueños, y para mi sorpresa estaba el negro musculado arreglando el que sería mi Ford Mustang, mire a mi alrededor y encontré un destornillador, lo agarre con fuerza y le clave más de cuarenta veces el “puñal” al negro musculado, yo me dispuse a salir, sin fijarme en su cuerpo sin vida, pero me detuve y mire, ¡Este sí que parecía un colador! Su torso y cara estaban completamente irreconocibles, sobre todo la cara. Me reí de él, tanto musculo para después no poder detener a un hombre con un destornillador.
Subí corriendo a la planta de arriba, y entre en el dormitorio de casa, y el hombre trajeado y la rubia tonta estaban fornicando en mi cama de ensueños. Baje corriendo al garaje y me tope con el cuerpo colador del negro en el suelo, esta vez sí que pase de largo. Agarre la motosierra y volví al sitio donde estaban fornicando. La arranque al entrar, primero le rebane la cabeza a la rubia tonta, era la que estaba encima, y luego el brazo y el pene al hombre trajeado, luego atravesé el cuerpo de la rubia y seguidamente el del hombre trajeado. Las sabanas blancas ahora eran rojas, bueno rojas y con tropezones de carne humana y órganos internos.
Abrí los ojos y los veo a todos ahí esperando a que ocurra algo, mi sueño no se había cumplido, todos y cada unos de ellos estaban observándome. Sus miradas eran como rayos que penetraban en mis ojos y llegaban a lo más profundo de mi cabeza y me decían lo miserable que era. Aunque lo supiese que eso era verdad yo siempre lo negué, yo no hice eso, aunque sé que lo hice.
Para que sus miradas no me atravesaran como balas cerré los ojos que funcionaron como chaleco anti-balas. Empecé a recordar mi vida y me di cuenta que solo había dos momentos felices y miles malos.
De mi infancia recuerdo a mi padre llegando del bar a las once de la noche borracho como una cuba, protestando por todo y diciendo que mamá era la única culpable de todo. Luego cuando acaban sus protestas le daba un par de hostias por cualquier motivo, una vez incluso porque empezó a llover, y luego se iba a la cama a dormir la mona. Mamá por su parte se queda curándose las heridas. Papá no estaba, gracias a Dios, por las mañanas y mamá nos daba el desayuno y luego íbamos a la escuela.
De mi adolescencia lo más destacable fue la muerte de mi hermano, cuando defendió a mi madre de una paliza que el cerdo de mi padre le propino, mi padre al ver que mi hermano se le encaraba cogió el cuchillo y sin ningún reparo se lo clavo en el cuello.
Mi padre se marcho a centro-america, donde murió en un accidente de tráfico. Mamá se apago totalmente, y cuando yo contaba con dieciocho años de edad se suicido, se ahorcó.
Entonces conocí a Carolina, la chica más guapa que mis ojos hubiesen visto en su vida, y eso que mi colección de revistas para adultos era de un gran tamaño.
El trece de mayo nos casamos, y a los cuatro meses ella se murió. Una sobredosis la dejo totalmente seca, a ella y a mi futuro bebe. Tras su entierro fui a buscar al camello que la vendió la droga y le empecé a pegar, primero en el cuerpo y luego en la cara. Cuando comprobé que estaba completamente muerto me fui a mi casa. A los seis días la policía se presento en mi casa y me llevo ante un tribunal.
El negro, la gorda, la rubia y el trajeado miraban con la misma ilusión que un niño ante un caramelo, el hombre uniformado bajo la palanca, y la electricidad pasó por todo mi cuerpo y me mato.
Recuerdan que dije que solo me pasaron dos cosas buenas en la vida, una Carolina, y la otra fue morirme, para poder reunirme con ella y con mi bebe, aunque sea a tres palmos bajo tierra.

1 comentario:

Gary dijo...

Boh me encantaa! jajaja